Al hablar de la literatura del Siglo de Oro español, no podemos dejar de mencionar a José Martínez Ruiz, popularmente conocido como Azorín, quién fue miembro de la Real Academia Española, cuyas obras muestran la magnífica y delicada forma en las que el detallismo y el elegante uso del lenguaje castellano generan una combinación atrayente y poderosa.
Biografía
José Augusto Trinidad Martínez Ruiz, mejor conocido por el seudónimo de Azorín, nació en Monóvar ciudad situada al sureste de España, el 8 de junio de 1873. Hijo de un renombrado abogado y hacendado en Mónovar , quién era originario de aquellas tierras y pertenecía al Partido Liberal-Conservador, obtuvo el puesto de alcalde y diputado militante a favor de Francisco Romero Robledo; en tanto su padre era natural de Petrer.
La familia se encontraba en nivel económico alto, típica imagen de la burguesía. José Augusto fue el primero de los nuevo hijos que tuvo la pareja; sus estudio de secundaria los realizo en la escuela de los Escolapios de Yecla, donde permaneció por ocho años, este época la plasmaría más adelante en sus dos primeras obras literarias de género biográfico.
Desde sus 15 años hasta sus 23 años estudió leyes en Valencia, lugar donde se ve influenciado por la doctrina de desarrollada por Karl Christian Friedrich Krause y el anarquismo, entregándose a la lectura de obras con motivo literario y político. Inicia sus adentramientos en el periodismo. Se hace presente el uso de seudónimos como el de Fray José, en La Educación Católica de Petrer, o Juan de Lis El Defensor de Yecia, entre otros; redacta artículos en el Eco de Monóvar, El Mercantil Valenciano e incluso en El Pueblo, diario de Vicente Blasco Ibañez . (ver artículo : Matilde Asensi)
Frecuentemente realizaba críticas de expresiones de temas sociales, como las realizadas a las obras de Ángel Guimerá o el Juan de Joaquín Dicenta, mostrando su tendencia al anarquismo. Realizó varias traducciones a distintas obras, en 1895 Azorín publicó dos ensayos titulados Anarquistas literarias y Notas sociales, escritos donde da a conocer al lector las teorías fundamentales del anarquismo.
Fue examinado en la Universidad de Granada y la Universidad de Salamanca, sin embargo no le prestaba tanto interés a su carrera universitaria como si lo hacía a las tertulias, a su faceta de periodista, a las obras teatrales, a la literatura y a los toros, dedicaba mucho más tiempo a estas actividades que al derecho como tal.
En 25 de noviembre de 1896 llegó a Madrid con el objetivo de continuar sus estudios, comenzó a ejercer en el periodismo republicano aunque con muchas trabas, por esta razón ese mismo año trabajó para El país y al poco tiempo fue echado, así mismo redactó en El Progreso, diario de Alejandro Lerroux, únicamente recibe el respaldo por parte de Leopoldo Alas “Clarín, en uno de sus afilados artículos de crítica literaria y social, en donde usaba el seudónimo de Cándido como homenaje a Voltaire, Ahrimás, deidad persa que representa la encamación del mal,Charivari y Este, entre muchos otros.
Paulatinamente Azorín fue situándose en la palestra periodística, tanto en revistas como en diarios de gran importancia, por ejemplo en la Revista Nueva, Juventud donde firmaba junto a Baroja y Maeztu como el equipo de los Tres, en Arte Joven, El Globo, Alma Española, El imparcial, ABC, y demás publicaciones de relevancia para la época.
Durante este período también publicó folletos y obras literarias, iniciando con la redacción de una trilogía de novelas de contenido autobiográfico, en la cual finalmente firmó como Azorín, seudónimo que usaría de ahí en adelante, en obras como Voluntad publicada en 1902, Antonio Azorín y Las confesiones de un pequeño filósofo. Desde 1905 el estilo intelectual y literario de Azorín se encuentra sumido en el conservadurismo. Empieza a realizar colaboraciones en ABC donde efectuó una participación activa en asuntos políticos.
Sus grandes tutores fueron Antonio Maura y principalmente el ministro Juan de la Cierva y Peñafiel. Fue electo en cinco ocasiones para formar parte de la cámara legislativa entre 1907 y 1919, también en dos períodos de poca duración, 1917 y 1919, ejerció como subsecretario de Instrucción Pública.
Se unió a La Vanguardia para redactar críticas de obras literarias, para el momento ya poseía un recorrido trayecto en el periodismo madrileño. Debido al esfuerzo del jefe de la dirección Miquel dels Sants Oliver, Azorín pudo publicar aproximadamente doscientos artículos durante tres años desde 1914. No debe parecer extraño que un ilustre exponente de la cultura castellana haya realizado publicaciones en un periódico ubicado en Barcelona como La Vanguardia, pues fue precisamente en esta ciudad donde se promovió y desde donde salió al mundo, según expertos, la generación del 98. (ver artículo : Antonio Skármeta)
Hizo innumerables viajes por tierras españolas, y profundizó en la lectura de la literatura tradicional del Siglo de Oro. El Directorio Civil de Primo de Rivera paralizó la actuación pública del escritor español, pues este rechazó los cargos políticos ofrecidos por el régimen. En 1924 es seleccionado para formar parte de la Real Academia Española.
Una vez que inicia la Guerra Civil Española se va de Madrid del Frente Popular para refugiarse junto a su mujer, Julia Guinda Uzanqui, en Francia. Al finalizas la confrontación, logró volver a España mediante la colaboración prestada por el Ministerio del Interior, que en aquellos tiempos era Ramón Serrano Suñer, mismo a quien Azorín dedica su libro El pasado publicado en 1955.
En el año 1946 es galardonado con la gran cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio; ya contando con avanzada edad se percibió en Azorín un peculiar interés por las demostraciones cinematográficas. En 1950 el Círculo de Escritores Cinematográficos le reconoce su trayectoria como crítico y articulista en el área, otorgándole la Medalla a la mejor labor literaria.
El ilustre escritor murió el 2 de marzo de 1967, en su estancia ubicada en la calle de Zorrilla, casa número 21, en Madrid
Obras de Azorín.
Considerado como uno de los escritores del siglo de oro, Azorin mezcla perfectamente detalles sutiles con lo maravilloso del idioma castellano, haciendo que sus obras sean un referente obligatorio cuando de literatura española.
La voluntad
La obra La voluntad escrita por Azorín, está conformada por tres partes, un prólogo y epilogo. En la primera sección de este escrito autobiográfico se muestra al escritor como el pupilo atento y receptor de los ideales y pensamientos de su maestro Yuste, anarquista impreciso, quien tiene una obsesión por la brevedad del tiempo y la ausente consciencia de la realidad, Yuste se convierte en su compañero de campo.
El relato se ambiente por los paisajes y por las vivencias de Yecla. También realiza visitas a sus paisanos, intercambia opiniones, se comunica y relaciona con un trabajador de la herrería que inventó un torpedo eléctrico y con otro que creó un artefacto que despide entre cuarenta y cincuenta kilogramos de dinamita a unos cinco kilómetros de distancia, y de esta manera se va formando una corta historia en donde se muestran las vidas de mucho de los habitantes de aquellas región.
Sobre sale de sus amigos la presencia del padre Lasarde, representante de la dirección de la escuela de Escolapios y arqueólogo. Las pláticas que mantiene giran en torno a la filosofía y teología, aunque también abarca temas relacionados con la estética y la literatura, además de adentrarse en la existencia misma.
El autor evidencia su ideología anarquista; florece un cierto sentimiento de amor por Justina, joven de buena presencia y de gran intelecto, espiritual mujer cuyo conflicto interno se debate entre entregarse al amor que le tiene a Azorín y el querer dedicar su vida a Dios; finalmente Justina escoge la vida eclesiástica.
Este hecho lo aprovecha el escrito para describir la experiencia monástica. Iluminada, ciudadana pujante, de buena voluntad y disposición en las tareas que hace, pero rebelde, tosca y altiva. Luego del fallecimiento de Yuste, Azorín se muda a Madrid.
En la segunda sección del libro el protagonista se establece en la capital española y se desenvuelve como periodista, aunque ya lleva consigo una fuerte marca. Se pasea por escenas populares y literarias; logra visitar a Pi y Margall, líder político a quien Azorín le tenía gran admiración y también se dirigió a la tumba de Larra el 13 de febrero, día en que se cumplen años de su fallecimiento.
Pasea por la Biblioteca Nacional lugar donde halla el inscrito Voluptuosidad, poder, distinción, fortuna y poesía. Es echado de un diario por hacer valer el amor libre, además uno de sus compañero lo maltrata, mismo que no lo convoca para asistir al lanzamiento de la novela Baroja. Sale de Madrid y regresado agotado a su pueblo natural. (ver artículo: Louis Ferdinand Céline)
En la tercera sección de la historia, se encuentra nuevamente en el pueblo, narrado en primera persona, acopia siete recortes sueltos en un pensamiento abstraído lleno de decepción. Conjuntamente con narraciones dispersas se encuentra unido en matrimonio con Iluminada, viviendo su frenesí. En el epílogo indica el escritor como percibe a Azorín, contando en tres epístolas dirigidas a Barajo, donde se describe como un esposo, viviendo con la madre de su mujer y un cuñado, además de haber procreado dos hijos y sin disponibilidad para la libertad.
Se dirige a los casinos, ya ni lee los diarios y mucho menos escribe. También habla de las rivalidades y enconos que esconde la población. Realmente la historia no conduce a un final, únicamente se detiene la escritura.
La ruta de Don Quijote
La ruta de don Quijote se compone como una de las novelas de mayor influencia de Azorín, redactada en la época en que el escritor pasaba los 30 años de edad. Obra que realizó el natural de Monóvar debido a un encargo que le solicito José Ortega Munilla, jefe de la dirección de El Imparcial, para conmemorar el aniversario número 30 desde que salió a la luz la primera parte del Quijote. Durante tres semanas consecutivas, Azorín estuvo detrás de cada recorrido del brillante hidalgo y publicó en el diario los hechos históricos que marcaron a este personaje. Posteriormente, la serie de escritos fue aglomerada en un libro.
Mediante una forma y estilo de inclinación periodística, el autor se encuentra tras los pasos de don Quijote de la Mancha, considerándolo no en el aspecto físico de la terminología sino más bien en lo que al aspecto moral del personaje icónico se refiere, hecho que le trajo consigo dificultades debido a las incomprensiones que afloraban de la redacción del diario que le había solicitado la obra.
José Martínez Ruiz continúa la senda del Quijote, se pasea por regiones como Argamasilla, Puerto Lápice, Ruidera, entre otros y se encuentra luego en zonas de gran simbolismo en la obra de Cervantes como lo es la cueva de Montesinos o los molinos de viento.
La ruta de Don Quijote nos da una visión más amplia de lo que pasaba en la España campesina de principios del siglo pasado, más allá de darnos una aclaratoria de cuál era la verdadera hazaña realizada por el protagonista de tan importante obra literaria.
Demostrando su principal característica, ese gran talento de Azorín, poco comprensible y valorado. Con un trato, aparentemente suave, de los personajes que le dan forma a la historia y que son manejados con mucho respeto y civismo, el autor va soltando citas cuyo poder es de una importancia tal que dan una explicación clara de una situación completamente amigable.
Se inmiscuye en una gran variedad de temas con solo soltar frases sutiles que marcan la lectura, como ejemplo de ello es posible resaltar alguna de estas, “Todo está en reposo” frase con la cual se refiere a la paralización de la actividad agrícola escenificada en la historia; Llévense a Cervantes pero dejen a Don Quijote, otra de las citas en las que evidencia su afición por lo imaginario más que por la realidad, así va mostrando con pocas palabras hechos tan importantes que le dan forma al contexto de la novela de Cervantes. (ver artículo: Manuel Puig)
Además Azorín nos da a conocer, de forma calmada y manteniendo la compostura, muy característico del escritor, las contrastadas angustias de tono localistas, la ausencia de educación que da pie al engaño y el abuso de poder sobre los aldeanos, las obras que se realizan a la población y que quedan a mitad de camino, el deplorable sistema de transporte, entre otras.
Castillas
Castillas, libro escrito por Azorín en 1912, cuya belleza y contenido forma la depuración de la obra de Azorín; la admiración de los paisajes o de la población como un corto retrato afligido por el paso de los años, tratando de hallar, a su vez, en la literatura una demostración del sentimiento nacional.
Nos muestra Azorín, así lo afirma Ortega y Gasset, una innovadora forma de percibir la realidad, donde se puede capturar los encantos de lo vulgar y predecir en estos el espíritu de las cosas. Al avanzar en la obra se va develando la resignación y el sufrido sentimiento de los españoles, la subordinación de los hechos y el pensamiento abrumador de la mortalidad. Todo lo reseñado le compensa una frase argumentativa que transforma la obra en una de las más bellas representaciones de la literatura del siglo XX.
Doña Inés
Doña Inés, novela que conserva una extraña y asombrosa coherencia; en primera instancia, contiene el argumento de varios relatos, entrando en el género de las novelas rosas, se catapulta como la mejor obra para enaltecer esta clase de escritos; es el relato de un beso que trastorna y emociona a toda una distinguida sociedad provinciana.
Es una historia íntegra en donde la protagonista se aleja del amor que le tiene a un joven del cual está enamorada en pro de una amistad que se encuentra en la pobreza, realiza donaciones de una porción de su fortuna entre amistades y servidores, y al final ofrece su existencia a la práctica de la caridad, abriendo un orfelinato en otra tierras situados en un continente diferente, específicamente en Argentina.
La temática que enlaza los acelerados sucesos son característicos de Azorín, como la fijación del tiempo en la mente de Doña Inés, ofreciendo un cambio sugestivo; la muerte, inapelable encuentro en nuestro futuro; la pasión, enfrenada y racional.
La conformación de la narrativa literaria, la percepción del motivo llevado a cabo sobre el papel y la estampa emotiva y razonada del autor; lo artístico y lo vigoroso; lo real y lo imaginario. Doña Inés tiene como subtítulo Historia de amor, lo que hace creer que el sentimiento de amor es la trama de mayor hondura en la novele, sin embargo, realmente no es el amor lo que realza el escritor sino el estar enamorado en sí mismo.
El político
El político es una novela donde Azorín descifra la base teórica política de la reducida filosofía, muestra una importante congruencia entre las ideas políticas y morales que defiende y la ética desde donde les d forma.
La moral y la belleza se van esparciendo por la obra en una unidad inquebrantable, en donde se percibe de nuevo un clasicismo que se abre camino como si estuviese decidido a retornar las ideas anteriores a la ilustración propias de la costumbre humanista. En el escrito ambos factores lo ético y lo estético parten de una misma visión de lo real que no puede ir separado de los bueno y lo bello.
El escritor revela una manera moderna de mostrar la retórica tradicional, y da al lector la posibilidad de comprender el arte que funge como escenario para llevar una forma de vida.
La imagen del político que se sustrae de la novela se llega a confundir con la del autor y del artista, y las lecciones prácticas dirigidas a la educación del político hallan su versión rápida en una oportuna educación de lo estético y de igual forma consiguen una versión que corresponde a la aplicación de la educación práctica para la vida diaria.
Don Juan
Don juan es el título de una corta novela que Azorín publicó en 1922. En ella el autor, como su nombre bien lo indica, retomó este personaje literario que ha ido más allá de las tierras españolas para ser parte de la cultura popular a nivel mundial.
No obstante, la historia que aparece en esta novela no añade nuevas anécdotas a este personaje, por el contrario, nos muestra a un Don Juan que ya ha madurado, cambiado, que se ha convertido en un incipiente filósofo, quedando lejos del voraz hombre de acción.
La antesala de esta transformación que experimentó el personaje se percibe en el escrito colocado al comienzo de la obra “Don Juan del Prado y Ramos no llegó a morir; pero su espíritu salió de la grave enfermedad profundamente transformado”, este original cambio, a la vez que lo redime, lo coloca más cerca de la mayoría de los hombres.
El relato que conforma la historia viene dado por una serie de escenas que tienen la intención de reflejar de forma fragmentada la nueva existencia del protagonista. Azorín hace una invitación, para que el público contemple los retratos de esa tranquila retirada y reflexione acerca de este hecho.
Así se van develando algunos habitantes de la población a la que Don Juan pertenece. Resalta, por contraste a la peculiar personalidad de este personaje, dos figuras femeninas donjuanizadas, con una notoria energía de dominación y seducción. Asimismo resaltan los niños, que dejan evidenciada el cambio de visión de Don Juan, más comprensiva y sensible.
A este relato le sigue Doña Inés, publicado en 1925, en donde la mirada del protagonista proviene de la amada del héroe.
Confesiones de un pequeño filósofo
Las confesiones de un pequeño filósofo sale a la luz en 1904, y representa la última obra que José Martínez Ruíz firmó con su nombre real. Este libro forma parte de la trilogía autobiográfica iniciada en La voluntad, impresa en 1902 y Antonio Azorín en 1903, donde se contempla en cada una de ellas las experiencias de Azorín quien es el personaje principal de las historias.
En esta obra el autor escribe acerca de su niñez, su escuela, su familia, sus experiencias juveniles, entre otros. El escrito está compuesto por escenas breves narradas, cuando mucho, en dos páginas, donde rememorando su vida en Yecla, región que sirve de ambientación para este libro.
Contrariamente, no relata una historia en sí misma, más bien escribe los recuerdos, se dispuso a contarnos sobre su vida desde la mirada que tenía en su niñez añadiendo reflexiones que realiza en el instante en que plasma dichas vivencias.
Este libro lo escribió ya en su adultez, mientras estaba en su pueblo natural, hecho que ayuda para que lleguen a él todos esos recuerdos que acontecieron en ese lugar.
Es atractiva la manera en que narra los eventos, en primera persona, haciendo parecer que está verdaderamente situado en el pasado. Para atraer aún más al lector, de vez en cuando usa el tiempo presente, entrelazándolo con verbos en pasado para dar a entender la idea que se habla de sus memorias.
En general Las confesiones de un pequeño filósofo es eso, una aglomeración de recuerdos de su niñez, no existe una trama como tal, el protagonista es el mismo y los demás personajes son los allegados que compartieron con él en aquellos días. Por todo esto, como se dijo con anterioridad la novela es una divagación de la memoria de Azorín, además no tiene una secuencia cronológica, es más no posee una línea de tiempo, si no el escrito de varios sucesos colocados en un supuesto orden.
Los pueblos
Los pueblos, libro de crónicas realizado por Azorín entre 1904 y 1905, contando el autor con 34 años de edad. Escrito con bajo perfil y sin mucho alarde, el interés de Azorín fue capturar las sensaciones, mostrar detalladamente cada aspecto y escena de las crónicas; utilizando un vocabulario ya poco usado, con el interés de preservar su valor y su poder expresivo en el lenguaje castellano.
La obra tiene en su contenido no tanto cuentos o relatos, sino más bien historias con un eje argumentativo casi imperceptible, pues no es fácil hallar a los personajes, y en ocasiones ocurre lo mismo con la o el protagonista. En este texto se agrupan dos decenas de lo que algunos llaman crónicas literarias. José Martínez Ruíz ya había abandonado la carrera de abogado y se encontraba inmerso en el periodismo; momento en el que dejó Valencia para mudarse a Madrid, lugar donde se presenciaba la acción y se percibía la germinación del cambio.
Sus ideales sociales y políticos se situaban entre un hombre revolucionario y anárquico. Sus primeros artículos presentaban ferocidad quizás algo extrema para aquel entonces. A través de su escritura desintegró a varios autores y a otros los coloque en el precipicio de la desacreditación.
La virtud de la prosa usada para narrar estas imágenes se encuentra en lo preciso de sus términos, en la hermosura de su aplicación, en la honda visión de Azorín en los detalles más pequeños como las manos, los dedos, los matices del vestuario, hasta señalar las arrugas que se formaban en este.
Las vivencias de Sarrió, por ejemplo, presenta gran cantidad de estos ángulos; así se llamaba un viejo amigo del escritor a quien visitó años más tarde luego de una prolongada ausencia en la población que lo vio crecer. Lo ve postrado, es aquí donde emerge a borbotones la nostalgia, añadiéndole tonos melancólicos y de ternura. No existe en estas historias una impactante trama o una gran argumentación, lo captura la atención es el pasado, transformado en melancolía, por esta razón Azorín nos muestra la cantidad exacta de palabras en textos cortos.
Estilo literario
En sus escritos, José Martínez Ruiz, el afamado Azorín, utiliza un estilo en donde sobresale principalmente la descripción, quien presentaba una importante atención a los detalles, por lo cual hace uso de un amplio lenguaje castellano de gran variedad y muy sustancioso, implementando frecuentemente los arcaísmos.
Azorín persigue consecuentemente un estilo particular, hallándolo a través de pequeñas frases y mezcladas entre sí, con una tonalidad lleva de melancolía y nostalgia por el pasado.
El insigne exponente se concentra más en las descripciones que en las líneas argumentativas o en la propia narrativa. Las descripciones las realiza de manera impresionista, abarcando tanto a los personajes como las ambientaciones y paisajes donde se desarrollan sus historias.